lunes, 16 de febrero de 2009

ÒRÌSÀ SÀNGO

ÒRÌSÀ SÀNGO


Òrìsà poderoso, impulsivo, irritable y precursor de la justicia. Su posición en el panteón Yòrùbá es preeminente.
Sàngó es un Òrìsà viril, seductor y sumamente atractivo. Sus conquistas como guerrero y estratega, son tan fuertes como su irresistible encanto con las mujeres.
Sango fue amado por Oya, Osun, Oba, sus tres mujeres más importantes, pero dada su propensión a la aventura, sus amores extra matrimoniales son una cadena interminable. Su pasión por la danza durante los festivales y la armonía de sus movimientos, convierten a ésta divinidad de fuego en un eximio bailarín, que al son del bàtá ( tambor ritual de Sàngó ), denotaba su superioridad.
Sàngó es el Òrìsà que asociado al fuego, los truenos, relámpagos y la justicia.
Sus dominios son las piedras y se lo asocia con la fuerza y el poder.
Su irascible temperamento se hace notar frente a injusticias, mentiras o traiciones. Y esto tiene que ver con la historia de su paso en la tierra y la forma de retornar a Orun, según se desprende del siguiente relato.
Sàngó fue el cuarto rey de Oyo, que en su reinado impuso una suerte de sistema de gobierno muy especial, compuesto por 12 miembros que dieron en llamarse, LOS DOCE MINISTROS DE SÀNGO. Siendo éstos ministros eran sus consejeros, pero además de estar bajo sus órdenes, cada uno de ellos gobernaba un distrito dentro del reinado de Oyo. Este sistema de gobierno recibe el nombre de Oba ijila. Los doce ministros de Sàngó estaban compuestos por doce reyes, 6 de ellos a la derecha, que eran los mas importantes y con derecho a voz y voto y 6 a la izquierda sin derecho a voto. Estos doce ministros llevan el nombre de Mogba y eran a su vez, jefes de los pueblos sujetos al gobierno general de Oyo, la capital política del país Yòrùbá.
Los miembros de este consejo incidían con sus decisiones, tanto en los intereses de Sàngó como en el bienestar de los súbditos del reino, oficiando tambien de jueces y jurado, condenando y absolviendo a los acusados por algún delito cometido en la comarca.
Por ejemplo Kankanfo, que fue uno de los más importantes ministros y en los consejos de mayores estaba situado a la derecha y tenía también el cargo de Generalísimo del ejercito.
El más importante de la izquierda fue Ologbon , rey de Igbon y dilecto ministro del Gran Rey Sàngó .
El reino de Sàngó fue uno de los más poderosos de Nigeria hasta que Sàngó, embriagado por el poder que poseía, fue transformando su justo equilibrio en una mordaz tiranía. Su soberbia lo llevó a abusar de su posición y los gastos ocasionados por los grandes bacanales a que era afecto, más las riquezas que gustaba de acumular, lo llevaron a crear mayores tributos. Estos impuestos, injustamente aumentados hacían imposible ser cumplidos por el pueblo, que cansado de tamaña tiranía y enardecidos por el hambre y la miseria a que eran sometidos, decidieron pedir el favor de los ministros para desterrar al despótico rey que sólo pensaba en seducir mujeres y dispendiar fortunas en onerosas y exquisitas prendas y joyas.
El pueblo repudió a ese rey soberbio y despótico. Uno a uno, sus aliados fueron abandonándolo, todo el reinado caía. El imperio se derrumbó tras la sublevación de los cansados súbditos, que saliendo a la calle desataron una guerra implacable, que solo cesó cuando el gran Oba, tomando todo cuanto pudo cargar de su palacio, huyo lejos. En su escape de Oyo, solo contó con la adhesión y fidelidad de Oya, su segunda mujer, quien lo acompañó hasta último momento, partiendo junto a el hacia el Orun. La fidelidad y el amor de Oya era tan grande que no entendía seguir su existencia en la tierra si su amado no estaba en ella.
Cuando todo el brillo de su reinado quedó atrás, Sàngó, en la soledad de su destierro, tomó conciencia de las injusticias había inferido a sus súbditos y dolido, avergonzado y arrepentido de su soberbia de otrora, decidió dejar la tierra y partir para el Orun, donde suplicó perdón a Olódùmàrè por las acciones cometidas.
El perdón le fue concedido y desde ese momento Sàngó tiene como misión fundamental el oficiar de juez justo e incólume, protegiendo a los hombres contra las injusticias de sus iguales.
Así, el gran Òrìsá, señor de los truenos y las tempestades, es hasta nuestros días el regente de la justicia y el equilibrio. Castigando implacablemente a quien ose pedirle algo deshonesto o ni indebido.


El ota de Sango es una piedra rojiza, semejante a un hacha doble.
Es el emblema simbólico que lo representa un hacha doble, cuyo mango puede confeccionarse en madera, metal o piedra, balanza que representa a la justicia, ornamentos de metal representando la figura de un sol, corona de piedras preciosa, collares de coral. Y por lo general, todo seguidor de ésta divinidad coloca junto a su asentamiento una escultura que en la parte alta de su cabeza lleva un hacha doble.

Los colores representativos de éste Òrìsà son el blanco y rojo, aunque en algunas líneas tengan como color de preferencia el marrón. El día de culto es el martes y su número el seis.
Sus predilecciones en comidas votivas son muy elaboradas, y preferentemente servidas en bandejas de madera (Gamelas).
El ámala de Sango esta elaborado con grana de pecho, harina de trigo condimentos, acelga cocida al vapor y luego refrita con cebollas y la carne. La fuente se adorna con seis bananas pequeñas una manzana roja y rocío de miel.
Su eko preferido está compuesto por banana pisada con miel, agua y aceite de dende y recibe de muy buen grado el Orogbo.

CARACTERÍSTICAS DE LAS PERSONAS REGIDAS POR SANGO

El carácter de las personas regidas por éste òrìsà son egocéntricos, vanidosos y muy seguros de si mismos.
Los hombres son atentos, sensuales y enamoradizos y aunque honestos y sinceros, no pueden evitar su entusiasmo por la belleza femenina, por lo tanto, no son del todo fieles.
Les encanta mandar y no soportan estar en segundo plano.
Evitan provocar peleas, pero cuando los agravian, son capaces de destruir a su adversario de cualquier manera posible. Como padres son justos y equilibrados.
Sus amistades pueden contar con ellos, pero deberán estar preparadas para aceptarles el umor variable y la altanería casi soberbia que permanentemente acompaña a éstas personalidades.